Silouan había llegado a la Santa Montaña del Athos en otoño de 1892. Por aquel entonces era un joven e inculto campesino ruso con el servicio militar recién cumplido. Allí emprendió un combate espiritual que se prolongaría hasta su muerte. Más aún, su denodado esfuerzo ascético le va a deparar una experiencia del cristianismo idéntica a la de muchos Padres antiguos. El itinerario espiritual de este monje confirma que también hoy cualquier persona puede progresar en el camino de la santidad propuesto por la tradición de la Iglesia.