Misterio. Esta palabra nos evoca algo que no ha sido aclarado aún por la razón o el conocimiento. A veces, también, los misterios permanecen ocultos porque nadie se dedica a sacarlos a la luz. Si no hay evidencia de misterio no hay misterio. En la experiencia vital de Pedro Barrantes estaríamos en este caso. ¿Qué misterio puede existir en la vida de un hombre bueno que la mayor parte de su vida se dedicó en Burgos a amar a sus hermanos, y que murió santamente, rodeado de la admiración de sus semejantes?
Todo hombre excepcional como él, encierra un misterio que algunos de sus contemporáneos quizás atisbaron a ver, y que podemos comprobar a través de la lectura de las homilías que le dedicaron beneméritos sacerdotes tras su muerte.
Pero el misterio de Pedro Barrantes va más allá de su muerte y llega hasta nuestros días. Misterio, porque a pesar de su fama de santo, se olvidaron tan misteriosamente de él que se les olvidó dónde estaba enterrado en la Catedral de Burgos. Y cuando finalmente se descubrió la ubicación de la caja mortuoria, y hasta en dos ocasiones, se tapó, literalmente el misterio, que rodeaba a su contenido.
Lo importante de Pedro Barrantes, para los burgaleses del siglo XXI, son sus virtudes, reunidas en un mismo ser humano, un misterio que modestamente desvelo y que es digno de que imitemos todos. Hay otro misterio que a través de las modernas tecnologías, si alguien quiere, puede ser aclarado definitivamente, y que comento en este pequeño opúsculo; pero, en absoluto, su conocimiento, sustituirá a la gran figura humana que describo en este libro, en todo caso ayudará a potenciarla aún más. Desvelemos el misterio.