Pertenece a la esencia del cristianismo creer, esperar y darse, acciones centrales que corresponden a tres de las características más profundas inherentes al ser humano; acciones además que transmiten verdad, belleza y felicidad. Practicando las virtudes trinitarias, el ADN de la identidad religiosa, el creyente se eleva mediante la gracia por encima de sí mismo sin salir de su finitud. Al mismo tiempo experimenta gozoso cómo su fe, esperanza y amor descubren algo definitivo: vivenciar día tras día al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y donarse por entero a los hermanos situados en una sociedad necesitada de salvación. Este acontecimiento de nuestro quehacer en el mundo puede servirnos de inspiración y orientación permanente para nuestra vida, tanto la presente como la futura. La portada nos ofrece a los bienaventurados en el cielo. Adornados en la tierra con las tres virtudes, ya gozan de la Santísima Trinidad para siempre.