«La imagen y semejanza de Dios en el hombre, creado como hombre y mujer (por la analogía que se presupone entre el Creador y la criatura), expresa también, por consiguiente, la 'unidad de los dos' en la común humanidad. Esta 'unidad de los dos', que es signo de la comunión interpersonal, indica que en la creación del hombre se da también una cierta semejanza con la comunión divina ('communio'). Esta semejanza se da como cualidad del ser personal de ambos, del hombre y de la mujer, y al mismo tiempo como una llamada y tarea. Sobre la imagen y semejanza de Dios, que el género humano lleva consigo desde el 'principio', se halla el fundamento de todo el 'ethos' humano. El Antiguo y Nuevo Testamento desarrollarán este 'ethos', cuyo vértice es el mandamiento del amor. En la 'unidad de los dos' el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir 'uno al lado del otro', o simplemente 'juntos', sino que son llamados también a existir recíprocamente, 'el uno para el otro'». Mulieris Dignitatem 7