En esta oración, Tomá Halík intenta recoger toda la experiencia vivida por la Iglesia durante el período de persecución bajo el régimen comunista. El viacrucis era un importante apoyo en el camino cristiano; se recitaba escondido en los bosques que rodean Praga, uniéndose así a los sufrimientos de todos los cristianos del mundo. Es precisamente a ellos, a tantos cristianos que aún hoy son perseguidos de manera injusta, a los que Tomá Halík dedica el texto de este viacrucis.