La rutina parece un espacio deshabitado, del que conviene huir cuanto antes. Sin embargo, forma parte de lo cotidiano y late como condición de posibilidad de la vida humana, tejida de ciclos y repeticiones. Algunas ricas aportaciones en la órbita de la espiritualidad no se han visto siempre fundamentadas por una reflexión dogmática suficiente. Necesitamos, pues, una teología de la vida oculta.