AA.VV
Su lenguaje es llano, sencillo. Ha abierto los brazos a todos los que
quieran ser abrazados por el amor de Dios. Ha querido subrayar el
aspecto social de la salvación sobre el individual. Ha querido recordarnos
más el encuentro que el dogma, el perdón que la moral; más
la misericordia que la justicia. Ha sabido llevar una Iglesia quizás
más preocupada en decirnos lo que teníamos o no que hacer, que en
comprendernos y acogernos. Nos ha recordado que un gesto vale más
que mil palabras. Que la práctica deja una huella más profunda que la
teoría. Y ha salido todos los días en busca del hijo pródigo, mientras
que al hijo que se quedaba en casa, le recordaba la alegría de permanecer
con Dios.
En estas pocas líneas queremos simplemente mostrar la esencia de
lo esencial sobre su visión de Dios y de la Iglesia y hacerlo intentando
penetrar antes en su corazón a través de su mirada. Lo adelantamos ya: él
mira como previamente se ha visto mirado por Dios. Éste es su secreto.