La oración desde el corazón no es una meta, sino una forma de ser, de escuchar, de avanzar hacia Dios, y no tiene otro deseo que ayudar a iluminar los corazones.
En estas breves páginas, escribe Erik Varden en el prólogo, «tenemos el destilado de una experiencia íntima, presentado con gracia y lucidez, con una mezcla de autoridad y retraimiento. La autoridad brota del estatus del texto como testimonio: "Esto", se nos da a entender, "es lo que el Dios vivo me ha hecho saber, y para agradecérselo doy mi testimonio". El retraimiento brota de saber que el misterio de Dios trasciende, por definición, cualquier explicación particular: "Ese ha sido mi camino", parece decir el autor, "y lo comparto por si sirve de algo, pero tú has de encontrar tu propio camino, y Dios te ayudará si le dejas, y confías en él"».