Los autores bíblicos, al intentar reconstruir la historia de su pueblo, concibieron una larga etapa entre la conquista de la tierra (contada en el libro de Josué) y la monarquía (tema de Samuel-Reyes). Para ese período de varios siglos, solo disponían de tradiciones sobre héroes locales, que habían ido creciendo a lo largo de su transmisión oral. Quizá lo único que unía a estas tradiciones era su carácter local o regional y sus escasas pretensiones religiosas.
No sabemos quién tuvo la genial idea de recopilarlas y someterlas a un profundo cambio, convirtiendo a los héroes locales en libertadores de todo Israel y enmarcando sus historias en un claro mensaje religioso. El resultado final, el libro que ahora conocemos, es fruto de un largo proceso de siglos, y ofrece tres puntos de notable interés: histórico, religioso y literario.