No somos nosotros los protagonistas de la misión, los que hemos de contar con el Espíritu Santo, sino que, más bien, es el Espíritu Santo el que quiere contar con nosotros. El es quien nos constituye en mediadores de su acción. Solamente movidos por el Espíritu Santo, los cristianos somos capaces de superar la parálisis misionera que tantas veces denuncia el papa Francisco.