Frente a las imágenes más melífluas y excesivamente
devotas del cielo, la autora expresa con palabras a dónde
le lleva un cielo donde la persona puede encontrar su
continuidad, incluso de los sentidos. Y desde ahí, el cielo
cobra forma desde lo que se oye, lo que se ve, lo que
se toca, lo que se huele, lo que se saborea o lo que se
entiende. Parte de que si con la encarnación, Jesús nos
trajo el mundo de Dios, la resurrección nos adentra de
manera plena en el mundo de Dios. Este libro es fruto de
la asignatura que ella imparte: Experimentar la vida eterna
en la cotidianidad y dibujar imágenes del más allá.