Los santos son aquellas personas que llamadas por Dios a una misión peculiar dejan sus huellas en el tiempo, en los lugares por donde pasaron o a donde llegó su fama. Es el caso de la santa María Antonia de Paz y Figueroa, o como más la conocemos, nuestra querida ?Madre Antula?. Mujer fuerte, que viviendo el Evangelio hizo de su vida un testimonio que llega a conmover los temples más duros. Mujer de fe, que movida del celo por la salvación de las almas llega a recorrer los inhóspitos caminos de aquella Argentina de fines del siglo XVIII. Mujer de caridad exquisita, que supo mirar a todos con ojos de misericordia, buscando aliviar sus necesidades materiales, pero sobre todo las espirituales, proveyéndoles de lo necesario para la vida natural y la sobrenatural. Mujer de convicciones firmes cuando a la hora de defender la vida de la gracia y las verdades de la fe no escatimaba recursos ni sacrificios. La que sin reparo alguno se presentaba ante quien podría ser obstáculo para su obra, porque entendía que no era otra cosa más que el plan Divino. Mujer de oración y piedad asombrosas; de plena y total confi