A quien ha perdido a una persona querida tal vez le parezca que la separación es también el final de su propia vida. Pero la persona en duelo sabe que, aun cuando parezca que la noche no va a terminar nunca, llegará el alba y transformará su luto en alegría. Sabe que le aguarda el día en que "ya no habrá muerte, ni llanto ni dolor...porque el mundo viejo ha pasado" (Apocalipsis 21.4)