Este libro invita a adentrarse en la espiritualidad de los primeros monjes
cristianos.
De manera paradójica aporta una luz nueva a cuantos hoy se interesan
por iniciar un camino espiritual cuyo punto de partida es uno mismo y sus
pasiones.
El autor descubre, en el cristianismo de los primeros siglos, sorprendentes
manantiales en los que saciar la sed de sentido y de trascendencia.
Bebiendo en ellos, como han hecho tantos buscadores del Absoluto, puede
encontrarse a un Dios «que transforma todo aquello que se le presenta
hasta hacer surgir en uno mismo la imagen de Jesucristo».