Vivir sencillamente significa no depender de frivolidades y apariencias y no dejarse disuadir por objetivos extraños. Vivir con libertad y autenticidad y dar con el ritmo que mejor se adapte a uno. Mostrarse abierto a lo que en cada momento solicita nuestra atención, al aquí y ahora de nuestra existencia. Quien vive así, con alegría y pasión, puede sentir el flujo de la vida. Y este es, ni más ni menos, el fundamento de la espiritualidad y el secreto del arte de vivir.