Durante mis años en el exilio fueron muchos los obstáculos a los que tuve
que enfrentarme. Siendo seminarista, la guerra de Ruanda y el posterior
genocidio contra los tutsis me obligaron a abandonar mi país y a convertirme
en refugiado. Sin embargo, estaba convencido de que, refugiado o no, tenía
que ser sacerdote. Esa esperanza me sostuvo. Así fue como sobreviví al
cólera y a la malaria, al hambre y a la sed, a la soledad, a la pobreza y a la
precariedad. Cuando echo la vista atrás veo con una claridad absoluta la
mano de Dios en mi historia. A pesar de todas las dificultades, Él lo tenía
todo previsto para proteger mi vocación sacerdotal, orientarla y conducirla a
la meta. Por eso, aunque en muchas ocasiones yo no sabía adónde ir, me
limitaba a seguir adelante, persuadido de que cualquier ruta conduce a algún
lugar. Lo único que tenía que hacer era seguir todo recto hasta donde
pudiera llegar. Ahora sé que Dios quería mostrarme una cara de la vida que
permanece oculta a una gran parte del mundo. A lo largo de todos estos
años Él no ha dejado de sorprenderme y su oferta ha sido siempre
infinitamente más grande que mi demanda. Gaétan Kabasha nació el 20 de
marzo de 1972 en Ruanda. Cuando era seminarista, la guerra de Ruanda en
1990 y el genocidio contra los tutsis en 1994 cambiaron el rumbo de su vida.
Tras superar numerosos obstáculos en diversos países, fue ordenado
sacerdote el 9 de noviembre de 2003 en Bangassou (República
Centroafricana). Durante varios años trabajó en una zona rural de ese país,
combinando la evangelización y la promoción humana. Doctor en Filosofía
por la Universidad San Dámaso, es actualmente capellán en el hospital
Clínico de San Carlos de Madrid. Es también fundador de AUDE, una
asociación que se encarga de promover los estudios universitarios en África.