La obra responde a la necesidad de una presentación global y sistemática de una Teología Pastoral, sentida por pastores no menos que por laicos comprometidos. Es una propuesta pastoral de tipo personalista y eclesial. El autor no olvida la dimensión institucional de la pastoral: la Iglesia evangeliza, catequiza y celebra la fe. Sin embargo, acentúa que son las personas las que reciben los efectos, acertados y correctos o distorsionados e insuficientes de la acción pastoral. Ha intuido claramente que, al lado de los grandes tratados sobre Dios, Cristo, la Iglesia y los Sacramentos, se hace cada vez más necesario un tratado sobre la Iglesia operativa o el ministerio de la Iglesia. Desarrolla, en efecto, una teología de la Iglesia-en-acción, es decir, una teología del servicio de la Iglesia a la humanidad al estilo de Jesús de Nazaret, el Buen Pastor (Jn. 10, 14-15).