A medida que pasan los años crece el deseo de compartir el camino de seguimiento de Cristo, que constituye el contenido de la vida de todo cristiano, sea cual sea su condición. Se percibe con mayor claridad que, por usar unas agudas palabras de Karl Barth en su Dogmática eclesial, «todo cristianismo privado es ilegítimo». Y así se empieza a comprender que todo lo que vivimos tiene como horizonte colaborar en la edificación de la Iglesia según el designio de Dios. Esta conciencia es la que se encuentra en el origen de las meditaciones de este libro.