Tommaso Campanella, cansado del efectivo
gobierno de los hombres que veía a su alrededor,
diseña en esta obra la ficción del que
debería ser el verdadero gobierno: el de los
sabios.
Este gobierno ficticio pero ideal, guiado por
la verdad, organizaría las cosas y las personas
hasta en el más pequeño detalle: la economía,
el trabajo, incluso las relaciones sexuales
están planificadas para que cumplan
con su auténtica finalidad.
Como siempre desde que los filósofos quieren
ser reyes, esa costumbre que introdujo
Platón hace ya mucho, su primera ocurrencia
salvífica es abolir la propiedad privada,
convertirla en bien común y distribuir desde
arriba el trabajo. Sin réplica: al que proteste,
muerte.