Pablo, Silvano y Timoteo anunciaron el evangelio en Corinto y fundaron allí una pequeña comunidad. Sin embargo, poco después llegaron otros misioneros que los acusaban de haberse presentado sin cartas de recomendación que los avalaran, de no poder aducir experiencias religiosas extraordinarias y de carecer de la elocuencia y de la presencia que los acreditaran como mediadores religiosos. Cuando Pablo se enteró de lo que estaba sucediendo en la joven comunidad, reaccionó enviándoles una carta por medio de Timoteo. Aquella misiva se encuentra ahora recogida dentro de la Segunda carta a los corintios y expone, con gran frescura y originalidad, los rasgos fundamentales del ministerio cristiano, entendido como un servicio a Dios y una entrega a los demás en profunda unión con Cristo.