La llamada universal a la santidad que brota de labios de Jesús,
«sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt
5,48); y que recupera el Concilio Vaticano II, «todos los fieles
cristianos [
] son llamados por el Señor, cada uno por su
camino, a la perfección de aquella santidad con la que es
perfecto el mismo Padre» (LG 11), se ha convertido en este
tiempo en una misión urgente para la Iglesia y para cada
cristiano.
La santidad es la meta común de la vida cristiana, pero cada
vida cristiana tiene su camino para alcanzarla. Ese camino
personal está trazado por Dios desde antes de la creación del
mundo, y se hace patente en la vocación, una llamada personal,
concreta, que cada uno recibe a su tiempo y según su modo.
No obstante, aunque Dios llama como quiere y cuando
quiere, la historia de la Iglesia ha ido visibilizando seis rutas
comunes hacia la santidad: la de los fieles laicos, que da
comienzo en el bautismo; la del matrimonio; la del sacerdocio,
al servicio de las anteriores; la de la vida consagrada, que tiene
también formas muy diversas, como la vida religiosa o el orden
de las vírgenes. A cada una de ellas dedica el cardenal
Fernando Sebastián unas páginas de este libro, para mostrar su
belleza y su grandeza, sus límites y dificultades, sus retos y
posibilidades. En cada vocación hay, pues, una misión para el
cristiano, un camino seguro por el que alcanzar, al fin, la
santidad.