Hemos de mirar cara a cara a la realidad: el sacerdocio
parece tambalearse. Algunos sacerdotes son como los marineros
de una nave violentamente sacudida por el huracán. Dan
bandazos y pierden el equilibrio. ¿Quién no se hace preguntas
cuando lee ciertos testi monios de abuso infanti l? ¿En quién no
surgen dudas? El sacerdocio, su estatus, su misión, su autoridad
se han puesto al servicio de lo peor; se ha instrumentalizado
para ocultar, tapar e incluso justi fi car la profanación de la
inocencia de los niños. En ocasiones se ha usado la autoridad
episcopal para perverti r cuando no para truncar la generosidad
de quienes deseaban consagrarse a Dios. En el corazón de
sacerdotes, obispos y cardenales se ha fi ltrado la búsqueda de
una gloria mundana, de poder, de honores, de placeres terrenales.
¿Quién es capaz de asumir esta realidad sin estremecerse,
sin llorar, sin hacerse preguntas?
No podemos aparentar que todo esto carece de importancia,
que todo esto no es más que un percance. Al mal hay que
mirarlo cara a cara. ¿Por qué tanta corrupción, tanto extravío,
tanta perversión?.
A par?? r de diversos textos de santos, papas y algún otro autor,
el Cardenal Sarah da respuestas concretas a esta crisis sin
precedentes del ámbito eclesial.