La verdadera igualdad defiende el respeto y el reconocimiento social de la feminidad y de la masculinidad. Las mujeres deben realizarse profesionalmente, y los hombres comprometerse en la crianza y educación de los hijos, y en las labores del hogar. Pero ese camino nunca debería negar la especificidad como hombre o mujer, como sucede en nuestros días.
La autora explica las causas de esta desorientación, donde el padre es incomprendido, perturbador y prescindible, y la madre acaba aún más perjudicada, y propone aprender de los errores para volver a ser humanos.