Aunque parezca pertenecer a modos de vida muy lejanos a nosotros en la mentalidad y en el tiempo, ningún edificio antiguo incumbe tanto al hombre actual como el monasterio. Quizá eso se debe a que, entre todas las que conforman el patrimonio monumental de Occidente, no haya otra construcción que posea en tal número y profundidad las resonancias que ostentan los conjuntos monásticos. Los monasterios acrisolan influencias artísticas y culturales de la Antigüedad y, a su vez, abren paso a infinidad de ideas y soluciones posteriores a ellos, que no solo atañen a la arquitectura, sino también al aprovechamiento de los recursos naturales y hasta a las formas de vida y a la organización del trabajo y de las actividades humanas.