El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio
para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran
Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la
vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver
continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón.
De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la
medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo
espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y
generoso.