Durante buena parte de mi vida -dice la autora- he sido maestra. No ingresé en Magisterio con una clara vocación docente. Sabía, sí, que me interesaban los niños: que, si fuera médico, me especializaría en pediatría y, si fuera juez, en menores. Sabía también que era curiosa para el conocimiento y me gustaba transmitir lo que aprendía.El compromiso con los alumnos y compañeros ha sido un buen viaje para la vida. No existe poder de transformación más grande que el de un maestro sobre su discípulo, ni poder de transformación más bello que el de un discípulo sobre su maestro. Todo lo que sé de la educación se ha fundamentado en el encuentro con personas y lo he recibido a través de ellas. De mis alumnos y de mis compañeros, de todos aquellos con quienes han cruzado la línea de mi vida, aprendí y aprendo. A diario.