En un mundo de cambios profundos y vertiginosos, con frecuencia, solo leemos los titulares que nos llevan de la mano por el mundo virtual. Pero la vida cotidiana se teje puntada a puntada, en la letra pequeña de nuestras actividades. Nuestra vida está abierta al Infinito por su mismo centro. Cuando lo percibimos en las entrañas de lo real, nuestro vivir se llena de calidad, de sabor, de sentido, y es creador de futuro nuevo y consistente que resiste las apariencias volátiles y efímeras que pueden seducir nuestros sentidos.