Estamos llamados a dar lo que somos, revelar lo que llevamos dentro al mundo y a los otros. Somos don y estamos hechos para el don. Sólo en ese movimiento de exteriorización radica la felicidad. Comprender la propia existencia desde la lógica del don significa percatarse que el fin esencial de vivir consiste en dar lo que uno es, en exteriorizarlo, pues sólo de ese modo se enriquece cualitativamente la realidad, se hace más bella, más plural, se continúa el proceso creativo del mundo. Para ello, resulta indispensable indagar lo que uno es, cuáles son sus dones y capacidades.