La codicia está marcada en el ADN del ser
humano. Podemos dejarnos llevar o aprender
a gestionarla. El tener cada vez más provoca
una pseudo-felicidad que hoy no satisface.
Pero no podemos eliminar la codicia,
porque desaparecería uno de los motores
de nuestras iniciativas. Saber cómo no
dejarse llevar por la codicia, es esencial para
empezar la transformación personal que nos
propone Jesús.