Una clase reúne personas y palabras, con las que el profesor y los alumnos crean un mundo. Es fascinante, si hay ?ganas? de participar con alegría, emoción, miedo...
Una clase es un tiempo y un lugar para una amistad
creativa. Reúne personas y palabras, con las que el
profesor y los alumnos crean un mundo, al nombrarlo. Es
tarea de todos, como un paseo entre amigos en busca del
conocimiento. Es fascinante, si hay ganas de participar
con alegría, emoción, miedo..., con la razón y las
emociones, en el mismo proceso de investigación. Porque
la clase se piensa a sí misma a medida que se desarrolla,
con pausas, digresiones, intervenciones de algunos... para
luego retomar el hilo. Para todo lo demás, bastará un
buen libro de texto, claro y repetitivo, notas y exámenes.
Pero estos jamás sustituirán la creatividad y vivacidad de
la clase.
Una clase es un organismo vivo, una sociedad en
miniatura, imagen de la que queremos construir. Lo que
la enseñanza requiere es pensar en cada uno de manera
utópica, sabiendo que la perfección es inalcanzable. Solo
entonces vale la pena ser estricto. Y, cuando sea
necesario, hereje.