La idea de un "retiro espiritual" o unos ejercicios espirituales a la manera ignaciana puede resultar, de entrada, muy exigente para las personas. En algún caso por la falta de disponibilidad, de tiempo o de recursos para hacer ese paréntesis en la vida. En otros casos por la inseguridad, tan humana, ante el silencio y la escucha, que nos lleva a preguntarnos: "¿Seré capaz?", "¿Estaré a la altura?", "¿Y si Dios no habla?".