San Juan Pablo I tenía una fe profunda. Fue un hombre que
trató, con constancia, de cumplir y amar la voluntad de Dios. En
muchas ocasiones consideró que la providencia le pedía más de lo
que podía dar, pero nunca dio un paso atrás. Quizás el secreto de
su vida y de su espiritualidad se encuentra junto con su vida de
oración en el buen humor y su sentido común.