Isabel del Castillo Arista (1890-1932) y su prima Antonia López Arista son las
dos únicas personas que, en el Libro Registro de Asociadas de la Institución
Teresiana, consta que desde su fundación acompañaron a san Pedro Poveda
en el proceso constitutivo de esta Obra. A la muerte de Antonia (1918), Isabel
fue miembro del Directorio de la Institución; desde 1922, Vicedirectora general
y, a partir de 1928, también Administradora general, actividad que venía
ejerciendo desde hacía algunos años, además de estar siempre dispuesta a
salir al paso de cualquier necesidad. Isabel sabía estar. Le tocó ejercer serias
responsabilidades; establecer múltiples relaciones en la Institución Teresiana,
la Iglesia y la sociedad civil. Pero supo estar sin hacer sombra a nadie y sin
atribuirse logros ni escatimar esfuerzos. Tuvo que armonizar a muchas
personas, requerir lo mejor a cada una, gestionar las sedes de las actividades
y, en suma, construir desde dentro la Institución Teresiana. Esta fue la
aportación a la historia de la figura serena, simpática, entrañable y cordial de
Isabel del Castillo.