Al pensar en la carrera por conocer los secretos del cerebro humano que
han emprendido los EE.UU., Europa y Asia, por simular artifi cialmente
su funcionamiento y poder desde ahí fabricar artilugios cada vez más sofi sticados,
es inevitable preguntarse hacia dónde estamos yendo.
L lama la atención el ingente potencial económico tecnológico y humano
puesto al servicio de esos macroproyectos y nos preguntamos si tienen
garantías de éxito.