Nuestra vida está condicionada por la mente, que construye nuestra
percepción de la realidad mediante pensamientos y diálogos internos.
Casi siempre funcionamos en modo pensante, sin despegarnos del
diálogo interno que acapara la atención y condiciona nuestro comportamiento.
El problema es que, dejándonos dominar por un exceso
de dispersión mental, quizá nos estemos perdiendo lo mejor de
la vida. Por suerte, no es esa la única forma de relacionarnos con la
mente, y también es posible y muy beneficioso ejercitarse en un
estilo diferente de dirigir la atención.
Este libro no se ha escrito para regalar al lector una respuesta prefabricada
a la pregunta del título, sino para invitarle a que sea él mismo
quien la encuentre. Porque no basta con colmarle una necesidad intelectual;
lo importante es que descubra un sentido nuevo, que haga
más satisfactoria su existencia.
Aprender a estar serenamente receptivos, arraigados en el presente,
puede abrir la puerta hacia una vida más equilibrada y consciente;
en suma, hacia una vida más real y menos deformada por el egocentrismo.