El valor añadido que la Escuela Católica aporta en una alianza educativa por un mundo mejor no puede reducirse a la reivindicación de sus expresiones creyentes particulares; sencillamente, la ausencia de la Escuela Católica llevaría a una deficitaria construcción del futuro: perdería ciudadanos hombres y mujeres competentes configurados samaritanamente, y esto significa un mundo peor. No se puede construir un mundo en clave de humanismo solidario sin tener en cuenta las enseñanzas pedagógicas del buen samaritano. Como tampoco se puede construir una humanidad más fraterna prescindiendo del relato de filiación universal que vehicula el relato creyente de Dios Padre-Madre. El gran reto de la Escuela Católica es articular curricularmente sus relatos de sentido para que fermenten la masa de un mundo nuevo.