Las palabras bíblicas encierran un secreto y precioso centro que solo se revela a quien, movido por el deseo, está dispuesto a emprender un viaje de descenso para bajar a su encuentro. Como en la fonte de Juan de la Cruz, ese centro está escondido, y quien quiera descubrirlo tendrá que llevar en las alforjas de su viaje lo mejor de sus cinco sentidos para contemplarlas, escucharlas, saborearlas, tocarlas y percibir su aroma.