«El hombre está siempre tentado a reducir a su propia medida la
Eucaristía, mientras que en realidad es él quien debe abrirse a las
dimensiones del Misterio. La Eucaristía es un don demasiado grande para
admitir ambigüedades y reducciones» (SAN JUAN PABLO II, Carta apost.
Mane nobiscum Dómine, n. 14).
Muchos de los contemporáneos de Jesús, a pesar de mantener con Él
una convivencia estrecha, no lo reconocían. Es un fantasma
Un simple condenado a muerte
Un alborotador peligroso
un forastero
el hortelano. Pero uno de los suyos, de corazón encendido, lo reconoció
en la lejanía: ¡Es el Señor!
Ante el ocultamiento eucarístico, reafi rmemos nosotros idéntica
convicción: ¡Es el Señor!
Cuánto nos puede ayudar la lectura de este libro para acompañar al
Señor junto al sagrario.