Hoy quiero detenerme dice el autor, desnudarme sin pudor para liberarme de todo ese pasado gris y multicolor que llevo colgado como una mochila de lastre en las costillas del alma. Desnudarme como el de Asís para sentir que ya no queda nada mío en mí, sino que todo es tuyo en ti. Que todo es de Dios. Ya tengo unos cuantos años. No soy un niño ingenuo sediento de nuevas experiencias y extrañas sensaciones. Pero tampoco creo ser un experto explorador que ya ha visto todos los parajes posibles. Me da una cierta seguridad la experiencia de estos años y la vida que he vivido con mayor o menor acierto. A la vez siento aún la ingenuidad de los niños, porque no dejo de sorprenderme cada día con los acontecimientos más pequeños y las sensaciones más elementales. Me pregunto una y otra vez si he madurado lo suficiente o, al menos, lo que le corresponde a mi edad.