El lenguaje que aprendimos de nuestras madres nos trae consigo una concepción del mundo y un manual de conducta que sigilosamente forman nuestra manera de ser y de pensar. Ambas cosas están íntimamente relacionadas. Una vez que entendemos esta relación, podemos usarla provechosamente para mejorar nuestra vida con el gran instrumento del lenguaje y para entender mejor a otros también, prestando atención al lenguaje que emplean.