La Navidad está poblada de signos. Ejércitos de ángeles llevan su embajada
a humildes pastores; la anciana estéril concibe mientras la incredulidad se
queda, por fin, muda; se cumplen antiguos oráculos acerca de un nacimiento
inaudito; y estrellas se han visto acompasar su rumbo al sosegado andar de
los camellos... Abundan los signos en la Navidad porque la Navidad abunda
de caminos que la Luz, al nacer, despliega ante los ojos avezados por el
anhelante Adviento. Cuántos caminos, pues, en Navidad. Y cuántos signos
para caminar desde la Navidad. Y es que el Verbo se ha hecho carne, es
decir, se ha hecho pisadas sobre el polvo de la tierra para que camine por
ellas nuestra pobre tierra, para que camine nuestra carne hacia sus altos
destinos. Caminante, no había camino, pero el Verbo se nos ha hecho
camino al andar.