A partir del s. III y hasta el día de hoy, la Iglesia ha concedido más importancia a la Religión que al Evangelio, de forma que presenta y vive el cristianismo como una Religión que se funde y se confunde con el Evangelio. Y ello a pesar de que la Religión se enfrentó al Evangelio hasta tal punto que fueron sus propios dirigentes los sacerdotes quienes condenaron a Jesús a muerte. Ellos fueron los primeros en darse cuenta de que el Evangelio era la amenaza y la ruina de la Religión. Una Religión que es la divinización de lo humano, mientras que el Evangelio supone la humanización de lo divino. ¿Por qué, entonces, está más presente en la Iglesia la Religión que el Evangelio? Sencillamente, porque los rituales de la Religión tranquilizan nuestra conciencia, mientras que las exigencias del Evangelio nos plantean el despojo de la riqueza y, sobre todo, del propio yo, lo que resulta muy difícil de aceptar para la mayoría de las personas. Esto ha llevado a una disminución de la relevancia de la Religión y a una desconexión con las necesidades de la sociedad actual. En consecuencia, las sociedades tecnológicamente avanzadas producen actualmente más bienestar que los rituales de la Religión, que cada día interesan menos y engañan más. En cambio, el Evangelio, que exige el despojo de la riqueza y del yo, nos humaniza en un mundo que se percibe cada día más deshumanizado.