La Declaración de la religión cristiana, escrita por el cardenal Luis Belluga en el siglo XVIII y traducida al castellano por su sobrino, José Alcaraz y Belluga, se presenta ante el lector actual, fundamentalmen¡te, como una obra misional. Su propósito principal es instruir a las «naciones y reinos gentiles» ùtér¡mino que el autor usa para referirse a los no cristia¡nos, incluyendo turcos, moros, judíos e hindúesù sobre la fe católica y el Dios verdadero. Aunque Belluga la concibió en Roma y su difusión estaba destinada, en principio, a Asia y África, la obra llegó a España, aunque con circulación limitada, convirtiéndose en lo que hoy consideraríamos un texto «raro». Estructurada en tres partes, la Decla¡ración aborda inicialmente la naturaleza de Dios, la creación y el pecado original; luego, profundiza en la vida de Jesús, sus milagros, la institución de los sacramentos y la expansión de la Iglesia para, finalmente, ofrecer un compendio de la fe cristia¡na, enfatizando el credo, el padrenuestro, los diez mandamientos y los siete sacramentos, con el fin de proporcionar un método breve y accesible para la i