Se ha hablado mucho de la vida y de la moral cristianas insistiendo en el aspecto de la pura obligación, con el efecto de haber suscitado en la conciencia moderna un terrible resentimiento. La originalidad del cristianismo depende, sin embargo, de la vida que deriva del misterio de Dios y que penetra en cada uno de nosotros para poner en cuestión toda nuestra existencia.