En la lectio divina hay una mesa preparada, pero muchos
no la conocen. Es una mesa de palabra que quiere
despertarnos de ese sueño alienante que nos impide vivir
en la realidad. La Palabra de Dios es viva y eficaz, y
actúa como espada de doble filo que entra hasta las
junturas del ser y al mismo tiempo que hiere, cura (cf. Heb
4,12). Cada pregunta salida del texto bíblico nos
introduce en una oración existencial.
Estamos ante la pedagogía de la lectura orante de la
Palabra de Dios: ¿qué dice el texto?, ¿qué me dice?,
¿qué respondo?, ¿qué me evoca?, ¿qué me provoca?,
¿a qué me convoca?
Quien hace lectio divina tiene que aceptar ponerse en
camino de búsqueda y diálogo para dejarse encontrar y
conversar; ha de aceptar ser alimentado por esa palabra
de vida de que Dios provee y revela, palabra que hiere
pero que también vivifica.