El subtítulo "Papa del diálogo", que lleva este libro, destaca la característica fundamental de Pablo VI, al que se podrían aplicar otros muchos apelativos: creyente, crucificado, pastor, salvador del Concilio, reformador, ecumenista, etc. Se dijo de él que su mano llamaba sin insistir a una puerta que tiene derecho a permanecer cerrada. El diálogo caracterizó primero su ministerio en Milán y después su pontificado. Montini fue hombre del diálogo, con una tensión misionera alejada de todo proselitismo y de la tentación autorreferencial, presente en no pocos ámbitos de la Iglesia católica de su tiempo. Pablo VI fue un modelo de vida para cualquiera, incluso para los más humildes, no solo para quienes tenían responsabilidades de gobierno. Y el milagro aprobado para su beatificación lo demuestra