Las primeras escaramuzas apostólicas
de Ignacio en España, a excepción de
Manresa y Barcelona, le acarrearon muchos
disgustos, y los problemas que le causaron le
persiguieron hasta París y Roma.
Con la aprobación de los Ejercicios por parte
de Paulo III, en 1548, los disgustos y los
ataques no cesaron.
Esta obra recoge las defensas o apologías
que entonces se hicieron. Y, sobre todo,
presenta traducidos por primera vez al
castellano los ataques de Melchor Cano y la
«Censura» que Tomás de Pedroche presentó
al tribunal de la Inquisición, así como la
extensa defensa que en contra de la misma
redactó Jerónimo Nadal.