Quiénes somos

Nuestra misión

Es la evangelización, es decir, ayudar a las personas a formarse bien y a colaborar en la construcción de un mundo mejor, más humano, más cristiano. Como dice nuestro beato Fundador: “Nuestra misión no pretende solamente el progreso de cada persona, individualmente, sino que proyecta crear una nueva mentalidad en la sociedad, es decir, crear una nueva imagen, un nuevo rumbo” (P. Alberione).

Nuestra visión

La Sociedad de San Pablo (PP. Paulinos) heredó de su fundador esa gran visión de la misión. En 1954, el padre Santiago Alberione decía a los Paulinos: “No hablar solamente de religión, sino hablar de todo cristianamente, a semejanza de una Universidad católica que, cuando es completa, imparte teología, filosofía, letras, medicina, economía, política, ciencias naturales etc.; todo presentado desde la visión cristiana” (P. Alberione).

Nuestro “negocio” sobrepasa la suma de los medios y los productos. Es mucho más, es la cultura religiosa y humana de la SAN PABLO que se realiza con el trabajo, el esfuerzo y la dedicación de cada colaborador, especialmente la suya.

Nuestros objetivos

Prestar servicio:

A la Iglesia: asumiendo nuestras opciones y compromisos a la luz del evangelio y del magisterio de la Iglesia católica, especialmente del concilio Vaticano II y de la Conferencia Episcopal Española. En el ejercicio de nuestra misión La Santa Biblia ocupa siempre un espacio relevante. Es el libro por excelencia que la Sociedad de San Pablo, mediante la Editorial SAN PABLO, procura ofrecer a las personas, no solo a través de las publicaciones impresas, sino también por los medios digitales, las películas, la música y por otros medios.

A la sociedad: promoviendo los valores humanos y rescatando hasta donde es posible la dignidad humana herida, procurando llegar también a los cristianos no-católicos, a los no-cristianos y a los no-creyentes.

Cuando hablamos de la visión cristiana, no nos referimos simplemente a la doctrina católica, sino más bien al conjunto de los valores humanos, en el espíritu del concilio Vaticano II, que afirmó: “El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón” (Gaudium et Spes 1).