El joven Juliano, recluido en un Monasterio de Capadocia desde niño, se va
haciendo hombre sin conocer cuál es su verdadera identidad. Una visita, extraña
e inesperada, le revela que es príncipe perteneciente a la línea heredera
del Imperio Romano.
A partir de ese momento, una serie de peripecias, más propias de una novela
de aventuras que de la historia verdadera, el Hermano Juliano recibe la
influencia de doctrinas que le llevan a ser «Juliano el Apóstata».
Los acontecimientos provocados y ayudados por criminales intrigas y ambiciones
desmesuradas le introducen en la Corte del Emperador Constancio.
Se enamora perdidamente de su prima Helena hija menor del Emperador,
con la cual se casa. Pero ese amor exultante se ve truncado por la muerte de
Helena, cuando da a luz a su primer hijo, que nace también muerto.
La intervención del gran obispo Atanasio resulta ineficaz para conducirlo a
la religión católica.
Mientras tanto, Juliano es aclamado Emperador por sus tropas.
Cuando está de retirada con su ejército, en una desafortunada campaña
contra los persas, es herido por un dardo enemigo. La muerte derrumba la
arrogancia del Emperador, que no se doblega y, en un gesto de suprema soberbia,
clama contra el Cielo, con un grito de rabia:
«¡VENCISTE, GALILEO!».