En un mundo cada vez más interesado en el lucro, el rendimiento y el consumo, la amistad sigue siendo para muchos un modo de afirmar nuestra humanidad. ¿Acaso no nos dice Jesús: "Yo os llamo amigos"? En el seno de una civilización planetaria que busca su identidad y su unidad, la Iglesia cristiana puede desempeñar un papel insustituible si es capaz de redescubrir su vocación esencial. Como presencia del "Cristo de comunión" en el corazón del mundo, la Iglesia está llamada a ser en todo tiempo y lugar fermento de amistad con Dios y entre los seres humanos. Y para ello no hay más que un camino: el retorno a las fuentes.